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Que hay detrás de la visita a los genocidas

El bloque libertario se encuentra al borde de la confrontación interna tras la visita a genocidas. Bonacci, engañada para participar, expresó a Menem su repulsión por la maniobra.

El bloque libertario está partido por dentro. Aunque ninguno de sus legisladores se anime a romper, más allá de las tentaciones que ofrezca la autonomía que promueve Oscar Zago desde el MID, un puñado de heridos por la falta de conducción de Martín Menem se preparan para la confrontación interna, empujados por el escándalo de la visita a los genocidas

El gesto más resonante de estas horas es la bronca manifiesta de Rocío Bonacci, la diputada embaucada por Beltrán Benedit para subirse a la Renault Master Blanca oficial del Congreso que llevó a la comitiva libertaria a entrevistarse con Alfredo Astiz y otros genocidas. La joven legisladora le hizo saber a Menem que permanecer en el bloque le causa "revulsión".

Públicamente, fue más moderada y dijo que no tuvo intención de concretar, ni concretó, "visita o contacto alguno con internos condenados en causas por delitos de lesa humanidad". Además, como advertencia interna reveló que "se tomaron fotografías de dicho encuentro -que no tengo en mi poder-, imágenes en las que no figuro, por no haber participado".

la incomodidad por la expedición hacia el penal donde moran los genocidas alcanza también a legisladores que evitaron pronunciarse pero entienden que hay un abismo entre la democracia y los condenados por los crímenes de lesa humanidad. Una fuente parlamentaria le comentó a LPO que la excursión le pareció "un montón" hasta a Ricardo Bussi, hijo del extinto represor y gobernador tucumano Antonio Bussi.

De hecho, la crisis por el viaje a Ezeiza reavivó el ardor por temas previos. Por caso, el colega tucumano de Bussi, Gerardo Huesen, habría empezado a conversar con el radical Mariano Campero con el objetivo de armar un frente que detenga el avance de Karina Milei a través de Lisandro Catalán, quien detenta el cargo de vicejefe de Gabinete del Interior y es el enlace de la Casa Rosada con el gobernador peronista aliado Osvaldo Jaldo, para conformar una alianza electoral el año que viene

Más fuerte aún habría sido la jugada de Lule Menem contra el puntano Carlos D'Alessandro, quien le reclamaba a su primo y presidente de la Cámara Baja un lugar en la Bicameral de Inteligencia. El director de la nueva SIDE, Sergio Neiffert, habría dado el visto bueno pero la desconfianza del dúo riojano fue más grande. "¿A vos te impusieron a D'Alessandro?", habría sido la pregunta de Lule a Neiffert, uno de los hombres de Santiago Caputo en el aparato de Inteligencia.

Varios de ellos tienen vínculo directo con la vicepresidenta, que milita por la causa castrense desde hace más de 20 años y solía visitar a los genocidas en prisión. Arrieta, hija de un militar denunciado por torturas en la guerra de Malvinas, solía hacer campaña con Villarruel. Araujo fue una de las invitadas al acto que se organizó el año pasado en la Legislatura porteña, que se llenó de abogados defensores de los genocidas. Montenegro fue hasta hace pocos meses el asesor de mayor confianza de Villarruel en el Senado. Él había celebrado la irrupción de militares retirados a grito pelado y sacándose selfies junto al avión de los vuelos de la muerte dentro del Espacio Memoria y Derechos Humanos que funciona en lo que fue el campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

La visita cayó como una bomba dentro de la interna libertaria. Muchos hacían saber su descontento pese a ser parte de un gobierno que califica los crímenes de la dictadura como “excesos” dentro de una “guerra”. Hay quienes maldicen la iniciativa de Benedit porque les parece demasiado extremo ir a verse con Astiz, la cara más conocida del genocidio. “Todos tienen que tener juicio justo y tantos años sin condena es una injusticia, pero Astiz es un asesino condenado. Es demasiado temerario”, se sinceró una legisladora. En otros afloró una sinceridad brutal. “Es un bloque de desquiciados”, soltó uno de los diputados. “Es un horror lo que hicieron”, le dijo un oficialista a otro diputado en confianza.

En la presidencia de la Cámara de Diputados, Martín Menem no escondía su fastidio con el diputado entrerriano por traerle un nuevo dolor de cabeza. La apuesta del riojano es que el escándalo se diluya solo

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