
Discurso de odio contra los/as periodistas
Columna de opinión: Dra. Isabel Marta Salinas
El presidente de la nación Javier Milei utiliza discursos de odio contra diversos sujetos de la política como practica comunicacional en forma recurrente. El 10 del corriente mes y año, durante un viaje al exterior, en un extenso posteo en Twitter, el mandatario insultó al periodismo, como colectivo, calificándolo de “corrompido, ensuciado y prostituido”, y lo acusó de ejercer la “extorsión”, la “mentira, la difamación y la calumnia”. También descalificó a una conocida periodista, nombrándola. Ese discurso de odio, que se suma a otros de similar contenido, fue publicado en los medios y el efecto nocivo se extendió a millones de personas.
No son expresiones novedosas, lamentablemente el presidente anarco capitalista hace frecuente uso del discurso de odio, repudiable práctica que tanto sufrimiento y atrocidades ha causado a las sociedades en todo el mundo. Este estilo de ejercer la alta magistratura de la nación causa estupor, consternación y agravia los sentimientos y la cultura de la mayoría de nuestra sociedad.
El actual contexto de desencuentros o grieta en la sociedad argentina obliga a prestar mucha atención a los discursos de odio. Múltiples discursos de odio fueron el antecedente de agresiones, atentados o delitos perpetrados contra oponentes, ideadas, promovidas e incentivadas no por las discrepancias propias de las diferencias de opinión, sino por la fuerza y potencia inherente a las amenazas, estigmatizaciones, agresiones y conductas ofensivas contra una persona o grupo.
El lenguaje expresa ideas, creencias e intenciones. El lenguaje construye un mundo y las acciones lo consolidan. Lo que no se nombra no existe y lo que habla enuncia realidades.
“Las palabras tienen poder, úsalas sabiamente”. Esta consigna preside la campaña contra los discursos de odio en Polonia. Las palabras que son elegidas para los discursos no son azarosas, sino que responden al imaginario y sentido común instalado personal y socialmente en una sociedad y son valiosas para esa comunidad. Es muy importante el cuidado de las expresiones. No es casual el lenguaje.
Es necesaria la deconstrucción de los contenidos de odio para vivir en una sociedad que promueva una vida libre de violencias interpersonales.
Las Naciones Unidas consideran el discurso de odio “cualquier forma de comunicación de palabra, por escrito o a través del comportamiento, que sea un ataque o utilice lenguaje peyorativo o discriminatorio en relación con una persona o un grupo sobre la base de quiénes son o, en otras palabras, en razón de su religión, origen étnico, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otro factor de identidad”.
En ocasiones, puede resultar difícil determinar si un comentario constituye incitación al odio, especialmente cuando se expresa en el mundo virtual. Los discursos de odio van en aumento y se expanden a través de las redes. El odio, las teorías conspirativas y los prejuicios se infiltran en nuestras sociedades y nos afectan a todos y todas. La información y la desinformación nos abruman, tanto en línea como fuera de ella.
La violencia verbal es el antecedente de la violencia física. Primero el verbo y después el acto. La palabra tiene un peso propio y ontológico, toda nominación es definitoria en la configuración de identidades y también de derechos. Nada en lenguaje es inocuo, inocente ni ingenuo, es mucho más que una cuestión de formas, es un núcleo significante decisivo para las personas y la sociedad. El maestro vienés Sigmund Freud enseñaba "La palabra cura y la palabra enferma". “Lo que no se nombra no existe y lo que se nombra crea realidades”, enseñaba George Steiner. Las palabras, para transmitir sentido en una comunicación eficaz, deben contener sentidos, propuestas, mensajes, nunca descalificar ni denigrar al interlocutor.
El lenguaje como medio de comunicación virtuoso y no violento se potencia y optimiza con el uso de las palabras adecuadas y la responsabilidad en la comunicación humana. “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, escribió Ludwig Wittgenstein, filósofo y lingüista austriaco (1889-1951). “El lenguaje no es una banalidad ni un adorno”, “Quien quiere conquistar la realidad debe antes conquistar el lenguaje”, expresa Javier Cercas, escritor español.
El odio impacta principalmente en quien lo padece, el odio no es curativo. Decía Lord Byron que este sentimiento negativo es "la demencia del corazón". “El discurso de odio no es libertad de expresión. Y no existe genocidio en la historia que no haya comenzado con discurso de odio. Cuando el discurso de odio y la discriminación son aceptados como normales, se acepta la violencia”, afirma Ariel Gelblung.
Según el Diccionario de la lengua española el odio es antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea. Sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia. Etimológicamente el término odio proviene del latín odium, que significa antipatía y aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea.
Nadie nace para odiar. El odio se aprende y se puede desaprender. La cultura y los valores sociales de la aceptación del diferente es el camino para construir la convivencia basada en el respeto, que es la base para construir la sociedad plural, tolerante, diversa e inclusiva, que admite las diferencias para posibilitar la realización plena de todas las personas.
Es necesario prevenir, evitar y erradicar los discursos violentos, porque la palabra, como señaló el Gobernador riojano Ricardo Quintela, se vuelca a la realidad. Es necesario implementar una política cultural colectiva que esclarezca a la sociedad acerca del valor de la palabra y la incidencia de la misma sobre las conductas violentas.
Aportemos lo mejor de nuestras capacidades para prevenir y erradicar el odio en todas sus manifestaciones. Que sea una realidad en nuestra sociedad la fraternidad para todas las personas y que no exista odio ni se incentive la violencia contra nadie. Construyamos una sociedad libre de violencias cotidianas. Que así sea. -